En la ciénaga
el olvido desgrana
semillas muertas.
Ya no suenan campanas
cuando el ángelus no admite
plegarias.
Perdidos los privilegios...
la incomprensión, el vicio y la
miseria destruyó el pedestal;
oxidado engranaje... el
laberinto deglutió la ternura
mordiendo con avaricia las manos
de los huéspedes que habitaban
el portal.
¡Profundo vacío domina el ruido
de la humanidad!
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