lunes, 15 de septiembre de 2014

Cuento, estilo sufi.


El anciano. 
A la sombra de un árbol centenario, descansaba un anciano su decrépito cuerpo, preguntabale a Dios, el porqué de su maltrecha vida.
-Nadie me quiere, ni me quiso nunca, nadie me mira, no tengo amigos, ni tan siquiera me amó mi familia.
-No tuve cuerpo, ni vida, solo una vasija vacía; la soledad embarga todos mis días. ¿Porqué señor, tanta desdicha?
A lo que Dios, en su infinita ternura, le contestó mirándole a los ojos con una sonrisa.
-Yo te di un cuerpo, libertad, energía, puse a tus pies mil caminos para que eligieras tu dicha.
Te enseñé amaneceres, atardeceres y noches con lunas; paseaste por la tierra viendo mi creación, el agua, la fauna, flores, la naturaleza viva.
Conociste razas, países, idiomas, otras culturas y vidas; incluso, muchos seres siempre te miraron con una sonrisa.
-¡Ahora, mira tus huellas! Tú elegiste deslealtad, envidia, odio, rencor, avaricia; ingratitud, esa son tus semillas. Tú elegiste quien entra y se queda en tu vida. Solo alguien de tu negrura, es capaz de compartir tu realidad.
Ahora, recoges los frutos que en ti germinan.
El anciano, desconcertado, miró hacia el cielo y descubrió que aquello que parecía un árbol frondoso, tan sólo era una reliquia.




Serie: Viajes al interior...

2 comentarios:

  1. Que enseñanzas nos dejan los cuentos! la moraleja siempre es una ley universal sobre todo cuando el personaje es un anciano: gran sabiduría guarda de todos sus años vividos.
    Saludos
    Felicitaciones

    Rosa

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    Respuestas
    1. Gracias Rosa por tu sabia reflexión a los ancianos, y por tu paso y huella siempre tan profunda y alentadora.
      Un beso.

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